El año 1911, en la carretera de Aguilar a Moriles, se descubrió un mosaico de origen romano. Al intentar su rescate, se deshizo en un barro de cal y arcilla.
Cuando intentamos remontarnos a los orígenes humanos de Moriles, en busca de una población autóctona, todos los vestigios de vida se nos escapan y descomponen entre los dedos como aquel antiquísimo mosaico. Ante la imposibilidad de remontarnos más lejos en este breve artículo, vamos a preguntarnos por nuestros inmediatos antepasados. ¿Fueron, tal vez, aquellos moriscos a quienes Cervantes se refiere en sus Novelas Ejemplares? No cabe duda de que en su descripción Cervantes cae en la discriminación, muy a tono con la época, pues como dice Caro Baroja, "en torno a la persona de cada morisco se formó el lugar común al que pagaron tributo desde genios como Cervantes hasta hombres menos que mediocres”.[1] El morisco vivió como minoría discriminada en medio de una sociedad invasora que nunca llegó a aceptarlo.[2] Por eso el siglo XVI está lleno de conspiraciones de los más atrevidos y huidas y ocultamientos en busca de tranquilidad por parte de los más timoratos. El caso es que en esta zona hubo un asentamiento morisco muy importante. Cuando en 1610 el gobierno de Felipe III decreta la deplorable expulsión de los 60.000 morisco andaluces que sumiría a Andalucía en la miseria y la decadencia, no es de extrañar que los marqueses de Priego o bien los señores de Aguilar protegiesen y ocultasen a los moriscos que cultivaban estos pagos por ser gente muy trabajadora y pacífica, recluyéndolos en humildísimos refugios como jornaleros o aparceros. Estos reductos de moros o ghettos comenzarían a llamarse los Moriles por asimilación a "los toriles" (donde quedan encerrados los toros) Ese nombre perduraría durante los siglos XVII y XVIII.
A finales del S. XVIII, había sólo en Moriles "unas cuantas chozas humildísimas cubiertas de retama. Albergábanse en ellas 1os jornaleros ocupados en las faenas de las viñas de los Moriles".[3] Poco a poco fueron apareciendo los lagares para facilitar las faenas de recolección, dando lugar así durante el XIX, a una pequeña aldea que debió ocupar la zona comprendida entre la Fuente Vieja y las calles de los Pozos, el Callejón (que se llamó calle del Agua) y la Cochera (que se llamó calle de la Fuente). Es decir, la zona húmeda del pueblo que muchos hemos conocido llena charcas y fuentes completamente plagadas de insectos acuáticos llamados "Zapateros" que terminarían por dar nombre al conjunto todos aquellos lagares. Más tarde, en 1912, el nombre fue sustituido por "antiestético y ramplón" por el de Moriles, que había pasado a designar a los riquísimos vinos de la comarca.
Pero todo esto no es más que pura hipótesis; nada hay confirmado sobre ello. Es sólo un intento de buscar nuestra propia identidad, nuestras raíces, para acercarnos un poco a nuestra cultura. Moriles necesita recuperar su pasado porque la cultura de un pueblo, de un grupo humano, depende de todas las circunstancias históricas, sociales y humanas que han ido forjando la forma de ser de ese pueblo. Y la identidad de Moriles la han ido forjando sus jornaleros brazo a brazo con la tierra en una lucha por dominarla. El año 1904 las cosechas estaban totalmente perdidas a causa de una gran plaga de filoxera que azotaba los viñedos desde 1888: pero el tesón y el esfuerzo de sus jornaleros logró reconstruirlos nuevamente.
No hemos encontrado una población autóctona importante, ni vestigios de vida que nos hablen de un pasado histórico, pero hemos comenzado a profundizar en nuestras raíces y esto nos pone ya en el camino de poder establecer nuestra identidad y nuestra cultura.
Antonio Cortés
[1] Julio Caro Baroja. Los moriscos del reino de Granada
[2] Gran Enciclopedia de Andalucía. Sevilla, 1979. t. 6, pp. 2487 y ss.
[3] Diario de Córdoba de fecha 21 de junio de 1912
(Publicado en "Moriles", Revista de Feria, año 1983)
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