Sí. Los españoles seguimos creyendo en el Coco… que viene de Venezuela y que se comió a los niños malos de Grecia.
-Niño, ¡que viene el Coco!...
Y nos echamos a temblar del miedo a que se lo
lleve todo. Y pensamos en los ahorros de nuestra vida, en todo lo que hemos
conseguido, en el futuro de nuestros hijos –queremos lo mejor para ellos…-;
pensamos en nuestras tradiciones, nuestras fiestas, nuestras procesiones…
Tenemos tanto que perder… Pensamos en
nuestra vivienda y en el pisito de la playa y en ese negocio que tenemos de
tapadillo… pero que nos ayuda a ir tirando… y nos entra un pánico atroz. Luego
volvemos la vista a los que nos han amenazado con la venida del Coco… y los
vemos tan guapos, tan rollizos, tan sonrientes… y ¡tan ricos! forrados hasta los
topes por la corrupción y el dinero robado… pero libres de culpa porque entre
ellos, en su sistema, viven protegidos de todo mal. Son los amos, lo tienen todo…
y decimos que es verdad, que viene el Coco… y escondemos nuestra cabeza en la
oscuridad más absoluta y nos sentimos a salvo, arropados por aquellos
superhéroes que nos han advertido a tiempo y les damos las gracias y les
besamos las manos y los pies y… lo que haga falta…
Y a los que aún no creen en el Coco les
decimos: “locos, nos vais a buscar la ruina”… y les echamos la culpa de todos
los males que van a sobrevenir. Los juzgamos y los condenamos sin piedad.
Pero lo cierto es que el Coco va a venir. Es
más: ya está aquí… ¡que Dios nos pille confesaos! Nos daremos cuenta cuando los
que viven de su salario ya no puedan vivir… porque ya no tendrán salario, sino
trabajo de esclavos; cuando después de pagar hasta el último céntimo a Hacienda
ya no nos quede para afrontar las subidas de la luz y el agua gestionadas por
explotadores sin escrúpulos; cuando la salud y la educación sean lujos al
alcance de unos pocos; cuando los desahucios acaben con los que aún resisten
con sus hipotecas; cuando la libertad sea algo que una generación de utópicos
había soñado allá por los años sesenta del siglo pasado. Cuando el mundo sea un paraíso para unos pocos construido con la vida y la sangre de muchos.
Sí. El Coco ya está aquí y le hemos abierto las
puertas de par en par con nuestra cabeza escondida en la más absoluta oscuridad
por el miedo o el odio a ese ser diabólico venido de Venezuela y que se comió a
los niños malos de Grecia.