Promotor e impulsor de la ley de emancipación de la aldea de Zapateros con el nombre de Moriles
Nace en Zuheros (Córdoba) el 15 de mayo de 1869, de familia humilde. Estudia Magisterio en Córdoba y Madrid. En 1887 ejerce de catedrático en la Normal de Albacete y dos años después es trasladado a la de Córdoba de la que es nombrado Director en 1895, destacando por la creación de matrículas gratuitas para alumnos pobres y por sus colaboraciones en la prensa local. En marzo de 1894 obtuvo el título de Licenciado en Derecho. Tenía entonces 25 años.
Abogado de reconocida inteligencia y fino dominio de la dialéctica y la oratoria, ambicioso en sus relaciones personales, siente la tentación del arte de la política y es elegido Concejal del Ayuntamiento de Córdoba, llegando a Primer Teniente de Alcalde y Alcalde interino. Aspirando al más alto nivel en la política y apoyado por Antonio Barroso y Castillo, diputado liberal, exponente del caciquismo cordobés durante la Restauración, consigue su acta de Diputado por el distrito de Montilla por ese mismo partido en las generales del 10 de septiembre de 1905. El Acta de Montilla suscitó duros debates en el Congreso, pues había sido impugnada ante el juez de Aguilar por una oscura maniobra en la aldea de los Zapateros en la que todos los votos de los electores aparecían por orden alfabético atribuidos al candidato liberal. El 16 de noviembre es aprobada por fin a pesar de la clara oposición.
En 1907, tras una escisión del partido liberal, pierde la confianza del sector oficialista de Antonio Barroso y no se presentó a las elecciones del 21 de abril. A partir de entonces crece su afán electoralista personal y, heredero y conocedor de los manejos caciquiles de la Restauración, recorre pueblos y aldeas del distrito con actos electorales a fin de captar para las filas fernandistas tanto a comerciantes e industriales como a la pequeña burguesía agraria e incluso a algunos líderes de los movimientos obreros independientes, sobre todo en los sectores de Castro y Espejo. En Aguilar crea el Centro popular fernandista donde militará su amigo el futuro alcalde Alfonso Berlanga. Así convierte el distrito montillano en su feudo personal utilizando los cargos políticos a su antojo según el gobierno de turno.
En 1910 es elegido diputado como liberal independiente, derrotando a su correligionario político el Marqués de Cabra y al representante de la coalición republicano-socialista, el catedrático Manuel Hilario Ayuso. La prensa de la época califica de encarnizada la lucha electoral en el distrito. En 1912 su actividad parlamentaria es extraordinaria: se defiende de los ataques de los republicanos y se enfrenta al ministro de la Gobernación Antonio Barroso por su lucha contra el oficialista Marqués de Cabra. El ministro es acusado de manejos caciquiles en la provincia de Córdoba, hecho que Fernández Jiménez no desmiente sino que ataca al sistema caciquil como mal de España. La crisis de los liberales es patente y Fernández Jiménez se había colocado en el ala izquierda y progresista de la escisión. A pesar de todo, el 21 de junio es publicada, con ayuda del ministro Barroso, la Ley de l8 de junio constituyendo en municipio independiente la aldea de Zapateros, cuyo autor había sido el mismo Fernández Jiménez. ABC retrata así el 3 de julio al diputado: “... el Sr. Fernández Jiménez nos produce la curiosidad que inspiran los espectáculos llamados a desaparecer... es como un paisaje inopinado que atravesamos durante un viaje absurdo y al que no veremos ya nunca durante nuestra vida... Es un rebelde sin derecho. Hombre chiquito, sin musa... Un día, en su imaginación andaluza brincó la rugiente ambición dando un salto de tigre. Y entonces... sacó las zarpas, pero como no eran de hierro, se le quebraron contra el Sr. Barroso. Ahora, el Sr. Fernández Jiménez esclavo de su bilis, engánchase voluntario en toda conjura, en esas conjuras pasajeras llamadas a desvanecerse como el humo. Dentro de algunos años será... uno de esos casinistas atrabiliarios que golpean el velador y dicen ignorados, terribles: “¡Este país se desquicia!..”
Pero no, Fernández Jiménez seguirá en la lucha política y en septiembre de ese año estará en Carcabuey en una comida campestre apoyando al entonces diputado monárquico por la Carolina Niceto Alcalá Zamora, natural de Priego de Córdoba, prediciendo en su intervención el papel que don Niceto jugaría más adelante en la política nacional. Sus intervenciones en el Congreso, originales, pero serias y razonadas, estaban llenas de ocurrencias y anécdotas. Sus enemigos le acusan de “chismoso”, “hacer política de pasillos”, “enredador” y “oportunista”. ABC le describe así el 4 de mayo: “El Sr. Fernández Jiménez es uno de esos andaluces serios, razonadores, graves, que no tienen leyenda, que han sido absorbidos por esos otros andaluces graciosos, amigos de la risa y de la bagatela pero que tienen realidad y que son admirables. Parece el Sr. Fernández Jiménez, con su pelo corto, su traje algo descuidado, su cuello bajito, un escribano de Úbeda o un notario de Ronda, esos notarios y esos escribanos concienzudos, que de todo guardan memoria, que poseen grandes y bien ordenados archivos.”
En 1914 y 1916 vuelve a perder el acta de diputado que obtiene el candidato republicano Hilario Ayuso, dándose el caso de que éste tuvo que ser asistido por el médico de Moriles en un accidente de coche que sufrió cerca de esta localidad en uno de sus desplazamientos electorales. En febrero de 1918 vuelve a obtener su escaño, defendiendo en el congreso el problema obrero en Córdoba y acusando a los movimientos socialistas de engañar y explotar a los obreros. La lucha electoral en Montilla entre el candidato fernandista y el republicano en las elecciones de mayo de 1919 estarán marcadas por una fuerte tensión social terminando con el trágico balance de dos muertos y varios heridos al prohibir el alcalde de Montilla un mitin del republicano. La mano de Fernández Jiménez y Alcalá Zamora se dejó ver tras esta prohibición. El acta de Montilla fue impugnada, pero esta vez por el propio Fernández Jiménez que había sido el perdedor, llegando incluso al Tribunal Supremo. En 1920 es proclamado por el artículo 29 formando parte de varias comisiones en el Congreso.
En diciembre de 1922, en el gobierno de García Prieto, es nombrado Gobernador civil de Sevilla, a donde se traslada el día 19. En un banquete organizado por sus amigos y clientes políticos del distrito montillano, se compromete a seguir disputando su representación en las Cortes para las próximas elecciones y en junio de 1923 le vemos de nuevo en su sede de diputado formando parte de la comisión de responsabilidades encargada de depurar algunos casos de la guerra de Marruecos. La Dictadura de Primo de Rivera eclipsa su figura de político liberal, cacique del Antiguo Régimen, y su actividad política se paraliza. El Gobernador Luis María Cabello, decreta en 1924 su destierro a Cáceres. En lo personal pasa esta época de su vida en familia, en compañía de su esposa Josefa Castillejo; en 1929 se casa su hijo Federico, Capitán del Estado Mayor, y termina la carrera de derecho su otro hijo, José Luis.
Con la dimisión del General Primo de Rivera el 28 de enero de 1930, su protagonismo político vuelve de nuevo al primer plano. Participa en los nombramientos de alcaldes en su distrito y está presente en todo acto de interés. Con motivo del terremoto de Montilla del 5 de junio de 1930 participó en todos los actos en favor de los damnificados, tratando de implicar personalmente a su amigo el Ministro de Gracia y Justicia José Estrada, natural de Aguilar de la Frontera. El domingo 13 de julio asiste en Aguilar, junto al Gobernador, el alcalde Alfonso Berlanga, el de Moriles, Antonio Cuenca y otras personalidades, a un acto que terminó en procesión de acción de gracias por haberse librado esta ciudad de los efectos del seísmo. Ese mismo año el Tribunal Supremo resuelve a su favor la querella que había interpuesto contra el gobernador que le había desterrado durante la Dictadura. De nuevo vuelve a sentirse en su feudo. Pero los movimientos socialistas y republicanos van tomando nuevo empuje y comienzan a reorganizarse en los pueblos de Espejo y Castro del Río obligándole a prodigarse en una lucha propagandista de carácter monárquico y liberal a través de banquetes, recepciones y homenajes con la intención de reforzar su ya tupida red de clientela política.
Proclamada la República en abril de 1931, se constituye en Córdoba la “Asamblea de la derecha liberal republicana”, formada por amigos y partidarios del exdiputado, que ya pensaba en dejar la política activa. El 2 de enero de 1933 se jubila como profesor de la Escuela Normal. Pero poco después militará en Córdoba en el partido Progresista, haciéndose cargo como Alcalde, por nombramiento gubernativo durante el período “portelista”, del Ayuntamiento de la capital cordobesa, el 27 de enero de 1936. Su hijo Federico era subsecretario de Obras Públicas; su otro hijo José Luis y un sobrino, también formaban parte de la gestora. Algún periódico de izquierdas de Córdoba llamó al vecindario a la rebelión popular negándose a pagar los arbitrios municipales. Tras las elecciones del 16 de febrero el gobernador interino repone a los Ayuntamientos elegidos en votación popular el 12 de abril de 1931 y el Sr. Fernández Jiménez se presenta ante la prensa como alcalde dimisionario.
Después del golpe del 18 de julio y bajo el régimen del terror impuesto por “don Bruno” en Córdoba, el exdiputado, exgobernador y exalcalde, es incomprensiblemente encarcelado ingresando en la cárcel de Córdoba donde fue visitado por su hijo José Luis para que le firmase unos documentos, probablemente una autorización para obtener dinero a cambio de su libertad, pues consta que fue excarcelado. Contaba con 67 años.
A partir de ahí el rastro de este infatigable político liberal y diputado cordobés se nos pierde lamentablemente hasta que encontremos alguna otra fuente que nos hable de los últimos años de este soñador incansable, un hombre con fe en sus ideas liberales, que pasó toda su vida debatiéndose entre los manejos caciquiles de la Restauración, llamada finalmente al fracaso. En su intervención en el acto celebrado en el teatro de Castro del Río, el uno de noviembre de 1930, todavía seguía creyéndose un liberal monárquico, convencido de que bajo esa bandera podría militar cualquier persona, por radical que fuese, “siempre que esté inspirada en el progreso y bienestar de la Patria”. Un cacique liberal que se mostraba abierto al progreso, aunque imponiendo su sistema y abortando todo movimiento de avance social surgido del propio pueblo. En realidad es lo mismo que haría el nuevo sistema que acabó con él: la Guerra Civil.
Antonio Cortés Cortés, Cronista Oficial de Moriles
Nace en Zuheros (Córdoba) el 15 de mayo de 1869, de familia humilde. Estudia Magisterio en Córdoba y Madrid. En 1887 ejerce de catedrático en la Normal de Albacete y dos años después es trasladado a la de Córdoba de la que es nombrado Director en 1895, destacando por la creación de matrículas gratuitas para alumnos pobres y por sus colaboraciones en la prensa local. En marzo de 1894 obtuvo el título de Licenciado en Derecho. Tenía entonces 25 años.
Abogado de reconocida inteligencia y fino dominio de la dialéctica y la oratoria, ambicioso en sus relaciones personales, siente la tentación del arte de la política y es elegido Concejal del Ayuntamiento de Córdoba, llegando a Primer Teniente de Alcalde y Alcalde interino. Aspirando al más alto nivel en la política y apoyado por Antonio Barroso y Castillo, diputado liberal, exponente del caciquismo cordobés durante la Restauración, consigue su acta de Diputado por el distrito de Montilla por ese mismo partido en las generales del 10 de septiembre de 1905. El Acta de Montilla suscitó duros debates en el Congreso, pues había sido impugnada ante el juez de Aguilar por una oscura maniobra en la aldea de los Zapateros en la que todos los votos de los electores aparecían por orden alfabético atribuidos al candidato liberal. El 16 de noviembre es aprobada por fin a pesar de la clara oposición.
En 1907, tras una escisión del partido liberal, pierde la confianza del sector oficialista de Antonio Barroso y no se presentó a las elecciones del 21 de abril. A partir de entonces crece su afán electoralista personal y, heredero y conocedor de los manejos caciquiles de la Restauración, recorre pueblos y aldeas del distrito con actos electorales a fin de captar para las filas fernandistas tanto a comerciantes e industriales como a la pequeña burguesía agraria e incluso a algunos líderes de los movimientos obreros independientes, sobre todo en los sectores de Castro y Espejo. En Aguilar crea el Centro popular fernandista donde militará su amigo el futuro alcalde Alfonso Berlanga. Así convierte el distrito montillano en su feudo personal utilizando los cargos políticos a su antojo según el gobierno de turno.
En 1910 es elegido diputado como liberal independiente, derrotando a su correligionario político el Marqués de Cabra y al representante de la coalición republicano-socialista, el catedrático Manuel Hilario Ayuso. La prensa de la época califica de encarnizada la lucha electoral en el distrito. En 1912 su actividad parlamentaria es extraordinaria: se defiende de los ataques de los republicanos y se enfrenta al ministro de la Gobernación Antonio Barroso por su lucha contra el oficialista Marqués de Cabra. El ministro es acusado de manejos caciquiles en la provincia de Córdoba, hecho que Fernández Jiménez no desmiente sino que ataca al sistema caciquil como mal de España. La crisis de los liberales es patente y Fernández Jiménez se había colocado en el ala izquierda y progresista de la escisión. A pesar de todo, el 21 de junio es publicada, con ayuda del ministro Barroso, la Ley de l8 de junio constituyendo en municipio independiente la aldea de Zapateros, cuyo autor había sido el mismo Fernández Jiménez. ABC retrata así el 3 de julio al diputado: “... el Sr. Fernández Jiménez nos produce la curiosidad que inspiran los espectáculos llamados a desaparecer... es como un paisaje inopinado que atravesamos durante un viaje absurdo y al que no veremos ya nunca durante nuestra vida... Es un rebelde sin derecho. Hombre chiquito, sin musa... Un día, en su imaginación andaluza brincó la rugiente ambición dando un salto de tigre. Y entonces... sacó las zarpas, pero como no eran de hierro, se le quebraron contra el Sr. Barroso. Ahora, el Sr. Fernández Jiménez esclavo de su bilis, engánchase voluntario en toda conjura, en esas conjuras pasajeras llamadas a desvanecerse como el humo. Dentro de algunos años será... uno de esos casinistas atrabiliarios que golpean el velador y dicen ignorados, terribles: “¡Este país se desquicia!..”
Pero no, Fernández Jiménez seguirá en la lucha política y en septiembre de ese año estará en Carcabuey en una comida campestre apoyando al entonces diputado monárquico por la Carolina Niceto Alcalá Zamora, natural de Priego de Córdoba, prediciendo en su intervención el papel que don Niceto jugaría más adelante en la política nacional. Sus intervenciones en el Congreso, originales, pero serias y razonadas, estaban llenas de ocurrencias y anécdotas. Sus enemigos le acusan de “chismoso”, “hacer política de pasillos”, “enredador” y “oportunista”. ABC le describe así el 4 de mayo: “El Sr. Fernández Jiménez es uno de esos andaluces serios, razonadores, graves, que no tienen leyenda, que han sido absorbidos por esos otros andaluces graciosos, amigos de la risa y de la bagatela pero que tienen realidad y que son admirables. Parece el Sr. Fernández Jiménez, con su pelo corto, su traje algo descuidado, su cuello bajito, un escribano de Úbeda o un notario de Ronda, esos notarios y esos escribanos concienzudos, que de todo guardan memoria, que poseen grandes y bien ordenados archivos.”
En 1914 y 1916 vuelve a perder el acta de diputado que obtiene el candidato republicano Hilario Ayuso, dándose el caso de que éste tuvo que ser asistido por el médico de Moriles en un accidente de coche que sufrió cerca de esta localidad en uno de sus desplazamientos electorales. En febrero de 1918 vuelve a obtener su escaño, defendiendo en el congreso el problema obrero en Córdoba y acusando a los movimientos socialistas de engañar y explotar a los obreros. La lucha electoral en Montilla entre el candidato fernandista y el republicano en las elecciones de mayo de 1919 estarán marcadas por una fuerte tensión social terminando con el trágico balance de dos muertos y varios heridos al prohibir el alcalde de Montilla un mitin del republicano. La mano de Fernández Jiménez y Alcalá Zamora se dejó ver tras esta prohibición. El acta de Montilla fue impugnada, pero esta vez por el propio Fernández Jiménez que había sido el perdedor, llegando incluso al Tribunal Supremo. En 1920 es proclamado por el artículo 29 formando parte de varias comisiones en el Congreso.
En diciembre de 1922, en el gobierno de García Prieto, es nombrado Gobernador civil de Sevilla, a donde se traslada el día 19. En un banquete organizado por sus amigos y clientes políticos del distrito montillano, se compromete a seguir disputando su representación en las Cortes para las próximas elecciones y en junio de 1923 le vemos de nuevo en su sede de diputado formando parte de la comisión de responsabilidades encargada de depurar algunos casos de la guerra de Marruecos. La Dictadura de Primo de Rivera eclipsa su figura de político liberal, cacique del Antiguo Régimen, y su actividad política se paraliza. El Gobernador Luis María Cabello, decreta en 1924 su destierro a Cáceres. En lo personal pasa esta época de su vida en familia, en compañía de su esposa Josefa Castillejo; en 1929 se casa su hijo Federico, Capitán del Estado Mayor, y termina la carrera de derecho su otro hijo, José Luis.
Con la dimisión del General Primo de Rivera el 28 de enero de 1930, su protagonismo político vuelve de nuevo al primer plano. Participa en los nombramientos de alcaldes en su distrito y está presente en todo acto de interés. Con motivo del terremoto de Montilla del 5 de junio de 1930 participó en todos los actos en favor de los damnificados, tratando de implicar personalmente a su amigo el Ministro de Gracia y Justicia José Estrada, natural de Aguilar de la Frontera. El domingo 13 de julio asiste en Aguilar, junto al Gobernador, el alcalde Alfonso Berlanga, el de Moriles, Antonio Cuenca y otras personalidades, a un acto que terminó en procesión de acción de gracias por haberse librado esta ciudad de los efectos del seísmo. Ese mismo año el Tribunal Supremo resuelve a su favor la querella que había interpuesto contra el gobernador que le había desterrado durante la Dictadura. De nuevo vuelve a sentirse en su feudo. Pero los movimientos socialistas y republicanos van tomando nuevo empuje y comienzan a reorganizarse en los pueblos de Espejo y Castro del Río obligándole a prodigarse en una lucha propagandista de carácter monárquico y liberal a través de banquetes, recepciones y homenajes con la intención de reforzar su ya tupida red de clientela política.
Proclamada la República en abril de 1931, se constituye en Córdoba la “Asamblea de la derecha liberal republicana”, formada por amigos y partidarios del exdiputado, que ya pensaba en dejar la política activa. El 2 de enero de 1933 se jubila como profesor de la Escuela Normal. Pero poco después militará en Córdoba en el partido Progresista, haciéndose cargo como Alcalde, por nombramiento gubernativo durante el período “portelista”, del Ayuntamiento de la capital cordobesa, el 27 de enero de 1936. Su hijo Federico era subsecretario de Obras Públicas; su otro hijo José Luis y un sobrino, también formaban parte de la gestora. Algún periódico de izquierdas de Córdoba llamó al vecindario a la rebelión popular negándose a pagar los arbitrios municipales. Tras las elecciones del 16 de febrero el gobernador interino repone a los Ayuntamientos elegidos en votación popular el 12 de abril de 1931 y el Sr. Fernández Jiménez se presenta ante la prensa como alcalde dimisionario.
Después del golpe del 18 de julio y bajo el régimen del terror impuesto por “don Bruno” en Córdoba, el exdiputado, exgobernador y exalcalde, es incomprensiblemente encarcelado ingresando en la cárcel de Córdoba donde fue visitado por su hijo José Luis para que le firmase unos documentos, probablemente una autorización para obtener dinero a cambio de su libertad, pues consta que fue excarcelado. Contaba con 67 años.
A partir de ahí el rastro de este infatigable político liberal y diputado cordobés se nos pierde lamentablemente hasta que encontremos alguna otra fuente que nos hable de los últimos años de este soñador incansable, un hombre con fe en sus ideas liberales, que pasó toda su vida debatiéndose entre los manejos caciquiles de la Restauración, llamada finalmente al fracaso. En su intervención en el acto celebrado en el teatro de Castro del Río, el uno de noviembre de 1930, todavía seguía creyéndose un liberal monárquico, convencido de que bajo esa bandera podría militar cualquier persona, por radical que fuese, “siempre que esté inspirada en el progreso y bienestar de la Patria”. Un cacique liberal que se mostraba abierto al progreso, aunque imponiendo su sistema y abortando todo movimiento de avance social surgido del propio pueblo. En realidad es lo mismo que haría el nuevo sistema que acabó con él: la Guerra Civil.
Antonio Cortés Cortés, Cronista Oficial de Moriles
Fuentes documentales
1. “Biografías cordobesas contemporáneas”, Francisco González Sáenz. 1895. Biblioteca digital del Ayuntamiento de Córdoba.
2. El archivo de la prisión provincial de córdoba como fuente para el estudio de la represión durante la guerra civil.
http://www.laguerracivilencordoba.es/art_prisionprovincial.htm
3. Hemeroteca de los diarios ABC y la Vanguardia
4. Biblioteca virtual de prensa histórica
5. Blog de Alberto Gay Heredia
http://decastroero.blogspot.com/2010/06/jose-sanchez-rosa-ii.html
6. “Dictablanda y Segunda República en Aguilar de la Frontera, 1930-1936”. Diego Igeño Luque, Aguilar de la Frontera, 2007. Pág. 50)
1. “Biografías cordobesas contemporáneas”, Francisco González Sáenz. 1895. Biblioteca digital del Ayuntamiento de Córdoba.
2. El archivo de la prisión provincial de córdoba como fuente para el estudio de la represión durante la guerra civil.
http://www.laguerracivilencordoba.es/art_prisionprovincial.htm
3. Hemeroteca de los diarios ABC y la Vanguardia
4. Biblioteca virtual de prensa histórica
5. Blog de Alberto Gay Heredia
http://decastroero.blogspot.com/2010/06/jose-sanchez-rosa-ii.html
6. “Dictablanda y Segunda República en Aguilar de la Frontera, 1930-1936”. Diego Igeño Luque, Aguilar de la Frontera, 2007. Pág. 50)
(Publicado en Moriles, Revista de feria, octubre 2010, págs. 32-33)
Gracias por esta entrada, me ha sido de muchísima utilidad.
ResponderEliminarUn saludo!