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viernes, 5 de noviembre de 2010

“A LOS MARTIRES DE LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA EN MORILES 1936-1937” (1ª parte)

Portada del libro 1.936: Genocidio Franquista en Córdoba.
Por Rafael Ruiz Viso
A quien esto leyere sepa que durante muchos años, en la fachada de la Iglesia de San Jerónimo, permanecía una placa conmemorativa donde se honraba, reconocía y dignificaba una extensa relación de nombres de hombres de Moriles, víctimas de la guerra, en el frente fascista, durante la Guerra Civil 1936-1939, caídos por Dios y por la Patria, rezaba el rótulo. Pobres inocentes que se vieron involucrados por la vorágine de terror que, desencadenado en África, cruzó el estrecho con resultados devastadores para toda España, y que junto a sus esbirros, son los auténticos culpables de los crímenes perpetrados en la masacre incivil. Se consiguió desbancar a la II República, antecesora de nuestra democracia actual, con un coste en vidas humanas sin precedentes en nuestra historia. Los rebeldes no tenían para España ningún proyecto político, ni económico, ni social, en todo caso, un proyecto represivo para eliminar a la generación republicana demócrata. Se propusieron erradicar por completo todo lo que la sociedad liberal del medio siglo de Restauración y todo lo que la sociedad democrática de cinco años de república había visto surgir.
Sólo en la provincia de Córdoba, según el catedrático de instituto, Francisco Moreno Gómez, en su último libro titulado: 1.936: El Genocidio Franquista en Córdoba, editorial crítica, 1.003 pág., año 2.008, el número de asesinados por los fascistas se saldó con 11.581 (Incompleto), 4.000 en la capital y resto en los pueblos. El 90 % de ellas fueron mandadas a desaparecer, por el nacionalcatolicismo, en los últimos meses del 36, con la estrategia militar básica del puesto de mando de la Guardia Civil al recibir éste el parte de guerra el 18 de julio del 36. Las sacas, paseos, los fanáticos de la falange, requetés y fosas comunes hicieron el resto. En Sevilla, Málaga y Granada los fusilados aumentan en número. Se llegó a eliminar al 10% de la población, en su mayoría cargos políticos y sus afectos, médicos, intelectuales, científicos, maestros, poetas y jornaleros, dejando, además, miles de niños huérfanos de padre y miles de viudas. Por otro lado, la represión republicana, los legales, los constitucionalistas, los demócratas, tras este rápido y atroz exterminio, se cobró, en defensa del poder establecido, 2.112 víctimas de los insurgentes, tan sólo 1 en Córdoba capital y el resto en provincia, incluidos miembros del clero. Tras esta sarracina llegó la mayor tragedia de la historia de España. Hay que decir que el cabecilla de la insurrección e incitador de las matanzas indiscriminadas, el que pronunciase “En España se es católico o no se es nada”, el general Franco, jefe superior de las fuerzas en Marruecos, ya en Agosto del 36, a tan sólo un mes del golpe y miles de republicanos asesinados, responsable del bando de guerra, donde asume todos los poderes la autoridad militar, que apareció en las calles de Melilla, el 17 de julio, donde se decía:“....el restablecimiento de este principio de autoridad, olvidado en estos últimos años, exige inexcusablemente que los castigos sean ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez con que se lleva acabo, sin titubeos, ni vacilaciones”, era recibido y bendecido, en Sevilla, con toda pompa y boato, bajo palio y saludo fascista, por el Cardenal Induráin. Nunca se entenderá cómo se puede matar tanto en nombre de Dios. A partir de entonces, y no antes, la Iglesia consiguió con estos gestos y discursos de apoyo, su propia mortandad. También la corona de la Virgen Macarena, de Sevilla, sirvió de donativo para sufragar el golpe militar y la toma de Andalucía. Todavía esta virgen es portadora del fajín que en su día le regaló el sanguinario Queipo de Llano para expiar sus pecados. Unamuno ya lo dijo en el último año de su vida: ”No hay nada peor que el maridaje de la mentalidad de cuartel con la Iglesia”. No se olvide que la propaganda fascistaclerical bendijo esta maldita guerra como cruzada o guerra santa ¡la mayor guerra santa de la historia! , con la aquiescencia de la Iglesia. Crasos errores de la jerarquía eclesiástica que como, casi siempre, reaccionará como lo hizo con Galileo Galilei, tarde. Con estos estudios de la ciencia histórica las heridas no se reabren sino, al contrario, cicatrizan y se hace un ejercicio de justicia. Lo peor es el olvido. Se trata de recordar para no olvidar y que nunca jamás vuelva a ocurrir una guerra fratricida. Sin olvido, sin revancha, sin sentimiento de odio, sin perdón. Se requerirá de varias generaciones para olvidar definitivamente el sufrimiento infringido. Conocido por todos es el axioma universal que dice: “Los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla”.
Entre otros, el militar golpista encargado de diseñar esta estrategia de exterminio del que piensa diferente, y ejecutar limpieza política, fue el fasticizado, indisciplinado, inconformista, salvador y fallido caudillo, General Gonzalo Queipo de Llano y Sierra. Fasticizado por tener a Hitler y Mussolini como ejemplos a seguir, y ya sabemos como acabaron. Indisciplinado por no acatar su juramento de lealtad al poder democrático establecido y sublevarse contra él, “con nocturnidad y alevosía”, pues si no es trágicamente asesinado Calvo Sotelo por compañeros del teniente José Castillo, militante de izquierdas, asesinado anteriormente, y ese mismo día, 12 de julio/ Madrid, por varios ultraderechistas, otra hubiese sido la excusa, pues la gestión del alzamiento llevaba largo tiempo larvándose. Inconformista porque no simpatizó con la dictadura de Primo de Rivera, ni con la monarquía de Alfonso XIII, ni con la Falange (acabó a puñetazos con J.A. Primo de Rivera), ni con el gobierno legalmente establecido, ni con la república, ni con Valera ni mucho menos con su anterior subordinado Francisco Franco Bahamonde, al cual le llamaba, despectivamente, “Paca la Culona”, quedando ridiculizado en sus memorias. Fue un auténtico terrorista, llegando a ordenar matar a más españoles-andaluces, en pocos meses, que ETA en 40 años. ¿A cuántos mataría ahora este carnicero? Como no podía ser de otra manera, estuvo expulsado del ejército en dos ocasiones. A quién le llamó “la segunda Giralda” no merece tener una calle en nuestro pueblo. Sólo tuvo la verdad absoluta para eliminar a “la canalla”, como él denominaba a los miembros del Frente Popular. Y salvador por lo que nos dice en sus memorias, editadas en el libro de Jorge Fernández-Coppel: Queipo de Llano, Memorias de la Guerra Civil, editorial La Esfera de los Libros, 457 pág., año 2.008: “Por ella estuve siempre dispuesto a sacrificarlo todo: bienestar, vida, familia...Hasta llegué a sacrificar mi amor propio y mis convicciones. Arriesgué mi tranquilidad por haber puesto la base indispensable para dársela a ella; por haberla puesto en condiciones para que se pudiese salvar. Pero parece que España no puede tener tranquilidad. Su sino parece semejante al mío, que no me deja vivir tranquilo… y la salvación de España no aparece por ninguna parte, aunque ya la creíamos salvada”. Falacia tras falacia empleada para justificar lo injustificable. Con lo último se refería a la ruina en que había quedado España, a la miseria y hambre que se condenó a los españoles y a la dictadura instaurada; “Ya hemos matado el alcalducho de Fernán Núñez” y “el 80% de las familias andaluzas está de luto y no vacilaremos en recurrir a medios más rigurosos”, eran algunas de las soflamas radiofónicas, en Unión Radio Sevilla, del asesino de García Lorca. Para esta salvación preferible cualquier otra cosa, pudiéndose aplicar a este mesías, y sin error a equivocarnos, el castizo refrán español: Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer.
A los golpistas se les suponía un conocimiento profundo de los hombres que formaban la patria, y una vez más, se equivocaron, al pensar que con un golpe sangriento iban a desmoralizar y a rendir rápidamente al resto de los españoles. Inevitablemente estalló la guerra. En palabras del embajador estadounidense: ”la guerra será larga. Se enfrenta un ejército contra un pueblo”.
“….venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho a la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España”, expreso Miguel de Unamuno en su último discurso, el 12 de octubre del 36, día de la Raza, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, tras las palabras del manco y tuerto, general Millán Astray ¡Viva la muerte! ¡Mueran los intelectuales traidores! El adjetivo traidores es añadido posteriormente por José Mª Pemán, archiconocido franquista, como posible error de transcripción, como si eso le restase importancia al fondo de la frase. Astray, estaba casado pero, a su vez, dejó embarazada a una prima de Ortega y Gasset, por lo que tuvo que autoexiliarse a Lisboa y dejar a su esposa, para no ir en contra de la moral que pretendía imponer el nuevo régimen. Vaya calaña de este otro salvador, impuso a golpe de fusil lo que él mismo no cumpliría.
El 19 de julio, Martínez Barrio, ex presidente interino de la II República, telefoneó al general Mola, quien descarta cualquier tipo de reconciliación: “Ni pacto de Zanjón, ni abrazo de Vergara ni pensar en otra cosa que no sea una victoria aplastante y definitiva”. En comunicados internos ordenaba: “Hay que sembrar el terror. Hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilaciones a todos los que no piensen como nosotros. La acción ha de ser en extremo violenta para rendir lo antes posible al enemigo que es fuerte y bien organizado”. Esto es, a traición y cobardemente, pues unos iban armados y los otros no. “.. serán encarcelados también todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga”. Más tarde, el 1 de agosto, Barrio, tras haberse negado a armar a las masas, declararía: “Simplemente se trata de sustituir la voluntad general del pueblo entero por la de una clase deseosa de perpetuar sus privilegios. Ni amor a España, ni inquietud por el cuerpo de la Patria, ni temor de desmembramiento, ni zozobra por el desarrollo de su economía. Nada de lo que se ha dicho y propagado es el verdadero origen de la revuelta. Se disfrazan con frases sonoras para encubrir la turbia e inconfundible realidad “.
Hoy en día, es evidente, que el estamento militar cumple una misión encomiable en toda democracia y, en este sentido, vienen a colación las palabras pronunciadas recientemente por el Presidente Obama en el Memorial Day , dedicado a aquellos que se preguntan para que valen los militares. Son estas:
Es gracias a los soldados, y no a los sacerdotes, que podemos tener la religión que deseamos.
Es gracias a los soldados, y no a los periodistas, que tenemos la libertad de prensa.
Es gracias a los soldados, y no a los poetas que, podemos hablar en público.
Es gracias a los soldados, y no a los abogados, que existe el derecho a un juicio justo.
Es gracias a los soldados, y no al Decano del Campus, que existe libertad de enseñanza.
Y es gracias a los soldados, y no a los periodistas, que podemos votar.
En España, esta sentencia, estos soldados, quedaron perfectamente reflejados en la imagen transmitida por TV, en el Congreso de los Diputados del fallido golpe de estado del 23-f, 1981, llevado a cabo por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y otros mandos militares. En ella se observa al General Gutiérrez Mellado, militar ejemplar, enfrentarse y ordenar al cobarde golpista que desistiera en su actitud rebelde. Por lo visto España se encontraba peor que en el 36, que ya es decir. Esto puede ayudar a clarificar un poco los acontecimientos similares en el pasado al existir, dentro del ejército, sectores militares que no aceptaban un sistema democrático.
Con la llamada Ley de Memoria Histórica, encauzada principalmente por los nietos de las víctimas inocentes, se pretende dignificar, reparar moralmente y dar adecuada sepultura a todos los españoles que fueron asesinados y desaparecidos, por los fascistas durante su golpe, su guerra y su dictadura. Por otro lado, no se trata de juzgar a los verdugos franquistas sino evitar que se haga apología de la dictadura sanguinaria y del general que la presidió.

Autor: Ruiz Viso, Rafael

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