Malos
tiempos corren para la educación en nuestro país. Los vaivenes políticos de los
últimos treinta años han ido vaciando de contenido aquellos titánicos esfuerzos
de pedagogos y educadores que en los años 70 del pasado siglo, en paralelo a la
Ley General de Educación de Villar Palasí (1970), trataron de rescatar la
educación del nacionalcatolicismo alienante del Régimen de Franco demandando
una nueva dimensión de apertura, laicidad, gratuidad y universalidad. Los
Movimientos de Renovación Pedagógica abrieron una ventana a esta esperanza
siendo realmente la antesala de la democracia educativa. Sin embargo, las leyes
de educación que se han sucedido desde entonces -LODE (1985), LOGSE (1990),
LOCE (2002), LOE (2006), LOMCE (2013)- no han hecho sino ir empeorando nuestro
sistema educativo convirtiéndolo en un conjunto vacío de normas neoliberales
tendentes a conseguir la competitividad y la selección de alumnos mediante la
domesticación, la desinformación y la alienación de los valores.
Las reformas
socialistas han ido vaciando de contenido los currículos que los profesores con
un poco de inquietud habían llenado de vivencias para el alumnado. Recuerdo con
nostalgia las experiencias de Intercambios escolares con la ciudad francesa de
Angers, a principios de los ochenta, llenos de creatividad e iniciativa por
parte de los docentes y estímulo y enriquecimiento tanto para docentes como
para alumnos, que sabían agradecer todas aquellas inquietudes con un mayor
aprovechamiento escolar.
Por otro
lado la nefasta gestión de la educación por parte del partido en el Gobierno,
que está convirtiendo en negocio privado el mayor bien de que dispone un país, está
acabando por liquidar la enseñanza pública en beneficio de los empresarios de
la privada.
Los
gobernantes y la sociedad en general se sienten mucho más cómodos con una
educación que funciona como elemento conservador de lo establecido que con una
educación que alimenta el espíritu crítico y el cambio. Por ello, haría falta
un Pacto por la Educación que la mantenga al margen de los vaivenes políticos.
Con todo, no
es fácil saber dónde se esconde una auténtica acción pedagógica o sólo un
intento de convertir la educación en la consecución de unos brillantes
resultados al terminar el currículo. Todo esto está dando lugar en los últimos
años a un barullo de ideas y publicaciones al respecto, llenas de críticas
continuas al sistema, a los Centros, a los educadores y a los propios alumnos,
hablándose más del desastre de la educación en España que de verdaderas
soluciones al problema. Las críticas desde la derecha las podemos resumir en la
aparición de obras como el libro “Contra la nueva educación” de Alberto Royo,
que carga contra la pedagogía que desprecia el conocimiento y la cultura, pero cae
en la defensa de una educación basada en la instrucción y en la meritocracia
como base para el ascenso social, haciendo apología de la selección de talentos
que separa a los alumnos en las dos eternas clases: los que triunfan y los que
fracasan.
¿Qué es lo
que no funciona en la educación actual?
Me atrevería
a decir que el sistema ha sustituido el imprescindible papel del educador por
normas, programaciones, currículos, etc., venidos de otras fronteras con la oscura
intención de mercantilizar los resultados del proceso educativo. Recuerdo las
visitas de Inspección de Primera Enseñanza cuando el Inspector lanzaba aquella
temida orden: “Enséñeme la Programación.” Programación anual, trimestral y por
unidades, de objetivos, competencias, contenidos, temporalización, actividades,
etc. Luego había que diseñar la evaluación que determinaría qué alumnos triunfan
o fracasan en cada materia. El profesor se convierte en un mero escribiente
burocrático al diseñar el proyecto curricular de centro y realizar su propia
programación de aula, copiando estereotipos de proyectos y programaciones
propuestos por la Administración.
El sistema
educativo actual pretende imitar al modelo industrial basado en la
homogenización del producto; las fábricas producen creando siempre el mismo
producto, pero cuando la materia prima es el ser humano, ese modelo es
totalmente absurdo porque va a chocar siempre con la libertad, la imaginación o
la creatividad personal.
Por último
hay un gran fallo en los objetivos de los sistemas educativos, que confunden
aprobar con aprender; el currículo pretende preparar al alumno para aprobar
unas pruebas, limitando el auténtico aprendizaje. “La historia de la vida escolar de muchos
alumnos podría llevar por título La historia del niño que quería aprender
pero tenía que aprobar. Si nos preocupamos por conseguir que aprender y
aprobar sean una misma cosa, estaremos haciendo de la escuela un lugar
privilegiado para formar personas que sean capaces de transformar el mundo en
un lugar mejor.” [1]
Ese es el
dilema de la educación: diseñar un maravilloso proyecto de centro concretado en
una muy bien estructurada pero fría programación de aula o llenarlo de
vivencias para los alumnos. Y vivencias son las que yo encontré asimilando
auténtica pedagogía en estas ocho obras que reseño y que llenaron mi vida de
maestro. Aunque, como se puede ver por las fechas de edición, son un poco
antiguas, animo a los profesionales de la enseñanza a que vuelvan a ellas y
verán cómo su vida profesional se va a llenar de recursos y convicciones que
les ayudarán a superar la grave crisis de la educación en nuestro Sistema
Educativo.
1.
Celestin
Freinet.- Técnicas Freinet de la escuela
moderna. Siglo XXI editores, Méjico, septiembre 1978
2.
John Holt. El Fracaso de la escuela. Alianza
editorial. Madrid, 1977
3.
Paulo Freire. Pedagogía del oprimido. Siglo XXIde
España Editores. Madrid, 1978
4.
Giulio Girardi. Por una pedagogía revolucionaria.
Editorial Laia. Barcelona, 1977
5.
Joshua Popenoe. Summerhill. Editorial Laia. Barcelona,
1976
6.
Alumnos de
Barbiana. Contraescuela, por una escuela
popular. Editorial Zero. Madrid 1978
7.
A Makarenko. Poema pedagógico. Editorial Planeta S.A.
Barcelona, 1977
8. Celestin Freinet. Por una escuela del pueblo. Editorial
Laia. Barcelona, 1979
[1] (Salvador
Rodríguez Ojaos, Licenciado en Ciencias de la Educación. “La historia del niño que quería aprender pero tenía que aprobar” ElblogdeSalvaroj)
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