Las ya tradicionales carencias
sanitarias de Moriles, sus epidemias endémicas por la proximidad de charcas y
zonas palúdicas[1]
y su deficiente estructura urbanística caracterizada por la ausencia de
alcantarillado y proliferación de letrinas y pozos ciegos habían marcado una
situación de propensión a todo tipo de infecciones y todo ello unido a la
carencia de lo más básico en asistencia sanitaria (médico, farmacia,
veterinario, matrona).
A la llegada de la Dictadura,
Moriles se encontraba en una situación sanitaria deplorable. Las epidemias y enfermedades endémicas no
cesaban de hacer estragos en la localidad durante estos años, dejando de
manifiesto la precariedad de la sanidad en la población. En noviembre de 1921
se dieron nuevos casos de rabia por mordedura de perros hidrófobos; entre 1922
y 1923 hacen su aparición el tifus, la escarlatina y la difteria; en marzo de
1925 aparece un caso de viruela en la posada de la calle Alta[2]
y dos meses más tarde la escuela debe cerrar por haberse declarado la epidemia[3]
y en agosto del 27 es un guardia civil quien padece una enfermedad
infecto-contagiosa en el cuartel.[4]
Afortunadamente no se hicieron
esperar las Reformas del Directorio, constituido en septiembre de 1923, en un
intento de acabar con las deficiencias higiénicas y sanitarias de la población
rural y así, el día 11 del siguiente mes, recién constituido el primer Ayuntamiento
de la Dictadura, se recibe una Circular del Gobierno Civil con las normas de
higiene y sanidad que había que adoptar en la localidad: extinguir todos los
focos de infección y obligar a los industriales y comerciantes a cumplir las
normas higiénicas sobre productos alimenticios[5].
Más adelante, en los datos que la Diputación envía sobre la situación de la
localidad, se hace constar la presencia en ella de enfermedades endémicas y
enfermedades intestinales en general, así como ausencia de centros
hospitalarios teniendo los enfermos que ser trasladados a la vecina Aguilar[6].
Poco después, el Delegado gubernativo del nuevo Partido, Unión Patriótica, en
la toma de posesión del alcalde Juan López Fernández, pide la reorganización de
las Juntas de Sanidad, Instrucción y Reformas Sociales[7].
A partir de entonces serán
continuas las obras de arreglo, saneamiento, limpieza y desinfección de lugares
como el cementerio, la fuente pública, el abrevadero, el pozo y el matadero municipal.
En diciembre de 1923 se contrata un
empleado (barrendero) para mantener limpios los alrededores de la Fuente
pública y otros lugares del pueblo necesitados de limpieza[8].
En este sentido es importante la decisión de la Junta de Sanidad de emprender una
activa y general campaña de saneamiento e higiene en toda la población y
alrededores que se tradujo en la desecación de algunas charcas dentro del
casco urbano por considerarlas focos de infección y en la desinfección del
matadero municipal, fuente pública y sus alrededores[9].
Especial importancia tienen las obras de infraestructura urbanística que se
acometerán a partir de entonces en todo el municipio de empedrado y arrecifado
de calles y aceras y construcción de cunetas y caños de alcantarilla para el
desagüe de aguas residuales. El presupuesto de 1924-1925 destina 9.000 pesetas
(el 27 % del total) a estas Obras Públicas. Durante estos años las calles
Tejar, Plaza de abastos, Horno, Pasaje, Gómez de la Serna, Fernández Jiménez,
el Paseo, Alcalá Zamora, García de Leaniz y Camino del Cementerio, entre otras,
estrenan empedrado, acerado o cunetas y alcantarillas, mejorando el aspecto y
la situación higiénica del municipio. Por otro lado se construye la carretera
de Moriles a Puente Genil y se terminan y amplían los caminos vecinales; igualmente
se amplía la red eléctrica y se instala por primera vez el teléfono.
Pero la principal carencia local
era de personal sanitario, siempre insuficiente cuando no inexistente. El
puesto de veterinario e Inspector de higiene y sanidad pecuaria, de clara
importancia para la sanidad local, lo venía desempeñando de forma interina el
de Aguilar, pero como resultaba caro, a veces lo ejercía un vecino del pueblo.
A raíz de la citada Circular del Gobierno Civil, en octubre de 1923 es separado
de este cargo el vecino Pedro Rodríguez Bergillos “por no estar cualificado
legalmente para ello”. Entre las obligaciones del veterinario de Aguilar
estaban las de estar presente en las matanzas los lunes, miércoles y sábados[10],
originando continuos problemas por la necesidad de los desplazamientos de éste,
lo que aconsejó nombrar de nuevo un veterinario residente, cargo que asumió
Manuel Luque Pérez en mayo de 1924[11]
y más tarde, José Carmona Luque quien
fue desalojado de su consulta por la Junta Provincial de Sanidad por intrusismo
profesional.[12] En
julio sale a concurso la vacante de veterinario.[13]
En octubre de 1927, ocupaba ya la
plaza de veterinario titular Andrés Olaegui Bascón, de la Rambla, quien
dimitirá por motivos de salud dos meses más tarde. A finales de 1928 el
Subdelegado de Veterinaria del Partido visita Moriles con instrucciones
concretas del Gobernador Civil sobre este importante cargo para la sanidad
local[14].
En marzo de 1929 es nombrado como titular don Rafael Mena Costi quien tuvo que
ser requerido a fijar su residencia en
el municipio. Éste no cumplió el requerimiento y en junio del mismo año
renunció al cargo, acto que fue tomado como “abandono del servicio” por lo que
fue amonestado y sancionado[15].
En agosto se nombra un nuevo Veterinario interino, Francisco Galán Nadales,
quien renuncia igualmente en enero de 1930 “por exceso de trabajo”. Le
sustituye como interino Antonio Galán Pérez. En noviembre de 1930, teniendo en
cuenta que el número de matanzas aumentaba considerablemente durante los meses
de invierno, se nombra además un vigilante municipal durante esta época de
matanzas.[16]
El médico titular y Presidente de
la Junta Municipal de Sanidad don José Torrecilla había renunciado al cargo
coincidiendo con la aparición de la epidemia de tifus en abril de 1923. Se
convoca concurso público y es nombrado don Agapito Soberado Soberón, también
médico residente en la localidad. Ambos se verán enfrascados en continuas
disputas durante la época. En 1925 don Agapito presenta un proyecto de médicos
titulares en el que se contemplaría la creación de una nueva plaza titular.[17]
En octubre se crean las plazas titulares de matrona, farmacéutico, practicante
y veterinario, saliendo todas ellas a concurso[18]
pero hasta 1929 en que se vuelven a ofertar no se creará una asignación
presupuestaria para ellas,[19]
completándose así la plantilla de personal sanitario. En julio es nombrado
médico titular don Tomás Sese Ferreira. La plaza de Farmacia la ocupaba desde
1916 don Fernando Casas Castillo hasta que en 1924 el farmacéutico fue destituido por deudas con
hacienda[20]. A
partir de junio del año siguiente la farmacia sale a la venta por fallecimiento
del titular.[21] Esta
plaza quedará cubierta de forma estable y definitiva a principios de 1929 por
don Juan Fernández Martínez y la de matrona, el mes de julio, por doña María
Jesús Granados Gálvez.
El agua para el consumo, origen
de tantos problemas sanitarios, venía obteniéndose de los pozos y de la fuente
pública así como de algunos manantiales cercanos al casco urbano, sin control
alguno sobre posibles contaminaciones. La necesidad de la traída de aguas al
municipio hace que en 1926 la Comisión Permanente piense en dirigirse al Banco
de Crédito Local para financiar dicho proyecto.[22]
En enero de 1928 se envían muestras del agua de consumo local para su análisis
al Instituto Provincial de Higiene y en agoto de 1929, tras varias Circulares
del Gobierno Civil sobre el tema, se plantea ya la necesidad de captación de
aguas para el consumo doméstico y su canalización. Se encarga un proyecto de
estudio de terrenos al ingeniero don Miguel Cabrera Castro quien se inclina por
hacer prospecciones en los de los Calvillos y del Moril, propiedad de Francisco
Reina Francés, pero se acuerda no hacer ningún contrato hasta ver clara la opinión
del Ingeniero al respecto[23],
por lo que la situación se va a ver paralizada y no se retomará hasta entrada la
República. Otro proyecto relacionado con el agua para el consumo, iniciado poco
después, fue el de la construcción de un nuevo lavadero público[24]
frente a la fuente, el pozo y el abrevadero, configurando así un rincón
entrañable en la memoria de los morileños hasta bien entradas las últimas
décadas del siglo XX, la Plaza de la Fuente Vieja.
Por su valor testimonial,
terminaré este esbozo relatando la denuncia del médico dimisionario, residente
en la localidad, don José Torrecilla Garagarza quien, amparándose en el R. D.
de la Presidencia del Directorio Militar del 29 de octubre de 1923 que
facultaba a los mayores de edad a exponer quejas y reclamaciones municipales
ante el Ayuntamiento, se enfrenta a la Junta de Sanidad y a su Presidente, don
Agapito Soberado, denunciando la deficiente situación sanitaria y acusando a
los responsables municipales de caciquismo y de jugar con la salud de los
habitantes en su propio beneficio.[25]
Cito textualmente algunos párrafos de su intervención en varias Sesiones:
Empiezo por pedir se abra expediente
contra el anterior alcalde Juan López Fernández, por su negligencia y falta de
celo, con ocasión de las epidemias de escarlatina y fiebre tifoidea que han
existido en este pueblo, la primera desde noviembre del año pasado y la segunda
desde enero del presente año... con lo cual no sólo cometió el atropello que
supone tal proceder, sino que jugó con la salud del pueblo ...; habiendo
ocurrido hasta muertes de personas a causa de dichas enfermedades, las que
quizás se hubieran evitado de haberse tomado a tiempo las medidas sanitarias
que las leyes vigentes y la ciencia aconsejan.
Felicito a este Ayuntamiento por el
interés y acuerdos tomados por los Srs. Concejales que lo integran, creo que en
la Sesión del 18 de octubre último, al tener conocimiento de la existencia en
el pueblo de enfermos de difteria y les animo a que continúen velando por la
salud del vecindario...
...la Junta Municipal de Sanidad, con
no haberse vuelto a reunir en sesión desde el 19 de octubre pasado, dirigiendo
principalmente mis censuras, por su negligencia y falta de celo, al Inspector
Municipal de Sanidad, don Agapito Soberado Soberón, que no ha respondido (como
es su deber por el cargo que ocupa) al estado de epidemia diftérica existente y
pido que se reúna enseguida la Junta Municipal de Sanidad, así como la
formación de expediente para depurar responsabilidades por lo que acabo de
exponer.
...Que siendo Moriles
un pueblo de 2.218 habitantes, necesita una farmacia y un veterinario (Art. 93
y 95 de Instrc. De Sanidad)... Que el veterinario de Aguilar sale caro y no es
completo su servicio.
Respecto al Bando
del 15 de noviembre, presenta errores y está mal asesorado: es muy extremo y no
conoce las condiciones del pueblo: sin alcantarillado, la Fuente y el lavadero
público son escasos... Peligro de infección al arrojar las aguas fecales a letrinas
y pozos ciegos por las fisuras y grietas tan abundantes en el terreno de
Moriles.
... el estado de
poca cultura que poseen sus habitantes. A parte de los señores maestros, el
cura y los médicos, sólo hay dos personas que tengan alguna ilustración: El
secretario Sr. Calles y el Juez Sr. Estrada. Lo que hace que se conviertan en
mangoneadores y representantes de los políticos que el Directorio Militar
barrió afortunadamente.
En las sesiones del 24 de noviembre y 1 de diciembre siguiente, el señor Torrecilla fue privado del uso de la palabra por la Presidencia por reiterativo en sus argumentos y abundar en ataques personales. Lo anecdótico de estas intervenciones, al más puro estilo del Manifiesto Regeneracionista de Primo de Rivera, ponen en evidencia la realidad local y los deseos de algunos ciudadanos de que Moriles superase de una vez para siempre esas carencias que le venían marginando de los núcleos de población vecinos. De hecho, en noviembre de 1929, en un momento de cambios políticos que anunciaban el final de la Dictadura, Moriles solicita una Carta Municipal idéntica a la de Lucena conforme a la conveniencia municipal en armonía con las condiciones de la localidad y de sus habitantes.
[1]
Véase el artículo de A. Carbonell T.F. Sobre
la desecación de algunos focos palúdicos, publicado en El Defensor de
Córdoba el 7 de noviembre de 1923, p. 1.
[2]
AMM CMP Sesión del 7 de marzo de 1925
[3]
Diario de Córdoba, 23 de mayo 1925, p. 1
[4]
AMM CMP Sesión del 27 de agosto de 1927
[5] AMM Libro de Plenos, 11 de octubre de 1923. En ella se
transcribe telegrama de 8-10-23 del Subsecretario del Ministerio de
Gobernación.
[6]
AMM pleno del 25 de enero de 1924, Comunicación nº 24 de fecha 22-01-24 de la Diputación
[7]
AMM Pleno del 31 de enero
de 1924
[8]
AMM pleno del 1 de diciembre de 1923
[9] AMM CMP sesiones del 7 de junio y 25 de
octubre de 1924
[10] AMM pleno del 11 de octubre de 1923
[12] Diario de Córdoba, 25 de junio de 1924, p.
2; La Voz, 24 de junio de 1924, p. 9 y El Defensor de Córdoba, 24 de junio de
1924, p. 3
[13] El Defensor de Córdoba, 8 de julio de
1924, p. 2
[15] AMM
CMP Sesiones del 07 de marzo y 06 y 27 de junio de 1929
[16]
AMM CMP Sesión del 27 de noviembre de 1930
[17]
AMM CMP Sesión del 26 de marzo de 1925
[18]
AMM CMP Sesión de 3 de octubre de 1925
[19]
AMM CMP sesión del 23 de
mayo de 1929
[20] Diario de Córdoba, 12 de abril de 1924, p.
2
[21] La Voz, 6 de junio de 1925, p. 2 y días
siguientes
[25] Véanse las sesiones del 8 y 17 de
noviembre de 1923 en las que se transcriben las intervenciones del médico don
José Torrecilla
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